jueves, 29 de noviembre de 2007

Búsqueda

Todo acaba de estallar. Alguien ha prendido la mecha de mis emociones y ya nadie podrá detenerme. ¿Por qué lo has hecho? Me has convertido en un monstruo...
Corro jadeante en la oscuridad, la vista se me nubla, estoy sedienta y la razón me ha abandonado. Quien se cruza en mi camino siente miedo; tal es la ferocidad de mi mirada, la ansiedad de mi respiración, la locura de mi expresión...
Voy a buscarte y cuando te encuentre, no voy a tener compasión. Voy a mirarte a los ojos y cuando supliques compasión y piedad me lanzaré hacia tu cuello y succionaré tu sangre espesa y negra hasta quedarme saciada. No mereces ni un ápice de mi ternura. Voy a disfrutar haciéndote daño, voy a lanzar carcajadas al aire mientras tú te debates entre la vida y la muerte. Y después, cuando todo pase, cuando te des cuenta de lo cara que te ha costado tu osadía, retrocederé hasta mi cueva húmeda y oscura donde me envolveré en mis grandes alas negras y cerraré los ojos, hasta el próximo despertar.
¿Tienes miedo? Tú te lo has buscado.

sábado, 17 de noviembre de 2007

La estatua


Miro con indiferencia una araña que cuelga de mis cabellos. Extiendo una mano, se posa sobre mis dedos, y tras tejer una tela rápidamente, sigue descendiendo hasta el suelo. La observo mientras huye moviendo con celeridad sus largas patas.

Mis manos están llenas de polvo gris y mis pies van cediendo lentamente en el terreno, se cubren de hiedra fresca y verde que ya casi alcanzan mis rodillas. Sé que voy perdiendo el color en mis ojos, en mis labios. Los que me ven, sienten lástima y compasión, pero pasan de largo y aquí me dejan.

Una vez alguien me dejó aquí y prometió que volvería. Cumplí mi palabra y desde entonces no me he movido de aquí; me cubro de polvo por el paso del tiempo, pequeños animales encuentran refugio en mis cabellos, entre mis pies, en los pliegues de mis ropas...

Soy gris, silenciosa, inmóvil. Paciente. Indolente.

martes, 13 de noviembre de 2007

El bosque


Corro por el bosque. Delante de mí todo está oscuro. Detrás de mi... no me atrevo a mirar.

Voy retirando las ramas que aparecen delante de mi rostro con torpes movimientos de mis temblorosas manos. Parece que quieren agarrarme, que quieren retenerme, que quieren que funda con esos troncos húmedos y agrietados.

El terreno bajo mis pies es fango cubierto de hojas secas, el otoño me ha sorprendido. Encima de mi cabeza sólo ramas y troncos desnudos, y un brillo blanco y pálido que proviene de una luna cuarteada que me mira imponente, impasible, impoluta.

Siento un aliento en la nuca y mi piel se eriza; está a punto de alcanzarme y por más que corro no me alejo del peligro que me persigue. Unas uñas afiladas han desgarrado mis ropas y me han provocado dolorosos arañazos en la espalda.

Tropiezo y caigo de bruces al suelo, mis labios topan con la alfombra de hojas muertas que cubre el suelo y en mi boca siento el sabor del barro, la humedad de la lluvia encharcada.

Entonces unos dedos acarician mi mejilla. Me doy la vuelta temblorosa, jadeante, asustada, llorosa y... veo el rostro más hermoso que haya podido imaginar... Soledad... ¿por qué he estado escapando de ti?

domingo, 4 de noviembre de 2007

El hoyo




Cavo un hondo agujero con mis propias manos. Las puntas de los dedos comienzan a despellejarse dolorosamente, puesto que ya no me quedan uñas. He debido perderlas entre la tierra. El olor a tierra húmeda acude a mi nariz y me apremia para que excave con más rapidez.


A mi alrededor todo está oscuro pero al fondo la luz de un nuevo amanecer me amenaza. Quiero escapar de los rayos del sol, no quiero que mi miseria y desesperación sean iluminadas. Quiero ocultarme a los ojos del mundo, a los ojos de todos.


Creo que el hoyo ya es bastante profundo. No me meto en él, directamente me dejo caer y me acurruco como un bebé en el vientre de su madre. La Tierra es mi Madre. Apoyo mi mejilla blanca en la tierra y siento el cosquilleo de una lombriz de tierra que me saluda y me acoge como nueva compañera. Elevo mis manos ensangrentadas y sucias y me cubro de nuevo de tierra. Sonrío mientras cierro los ojos y me rodean las vibraciones de toda la vida que hay bajo el suelo sobre el que caminamos.


Cuidado donde pisas.