
Corro por el bosque. Delante de mí todo está oscuro. Detrás de mi... no me atrevo a mirar.
Voy retirando las ramas que aparecen delante de mi rostro con torpes movimientos de mis temblorosas manos. Parece que quieren agarrarme, que quieren retenerme, que quieren que funda con esos troncos húmedos y agrietados.
El terreno bajo mis pies es fango cubierto de hojas secas, el otoño me ha sorprendido. Encima de mi cabeza sólo ramas y troncos desnudos, y un brillo blanco y pálido que proviene de una luna cuarteada que me mira imponente, impasible, impoluta.
Siento un aliento en la nuca y mi piel se eriza; está a punto de alcanzarme y por más que corro no me alejo del peligro que me persigue. Unas uñas afiladas han desgarrado mis ropas y me han provocado dolorosos arañazos en la espalda.
Tropiezo y caigo de bruces al suelo, mis labios topan con la alfombra de hojas muertas que cubre el suelo y en mi boca siento el sabor del barro, la humedad de la lluvia encharcada.
Entonces unos dedos acarician mi mejilla. Me doy la vuelta temblorosa, jadeante, asustada, llorosa y... veo el rostro más hermoso que haya podido imaginar... Soledad... ¿por qué he estado escapando de ti?
1 consuelos:
Nunca hay que huir de la soledad, por más que corras siempre te alcanza. Si todo esfuerzo es inútil, para qué intentarlo?
En cierto modo, es lo más bello que existe, el único amor correspondido y el más fácil. Con Soledad siempre podemos ser nosotros mismos.
1beso!
Publicar un comentario