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No apreciamos el silencio.
Llegamos a casa y ponemos la televisión aunque no le hagamos caso, o la radio, o llamamos a alguien por teléfono. Si vamos por la calle, todo el mundo lleva en las orejas los auriculares del mp3 o del manos libres.
¿Por qué no valoramos el silencio? El silencio es tranquilidad y es poder escucharnos a nosotros mismos, quizá sea eso lo que nos da miedo, escuchar la voz de nuestro interior, que nos habla de lo más verdadero que tenemos, nos dice cosas que no podemos negar porque salen de nosotros mismos. Sí, ése es el motivo por el que nos inquieta el silencio.
Una propuesta: levantarse de madrugada, cuando aún es de noche y asomarse al balcón. Se escuchan las hojas de los árboles, un bebé que llora en algún sitio, un perro que ladra, un coche de alguien que se va o vuelve de trabajar... Dentro de casa, se escuchan nuestras pisadas, los crujidos de los muebles... Y si cerramos los ojos, escuchamos todas las verdades sobre nosotros mismos que nos negamos a aceptar. ¡Cuántas revelaciones han venido en mitad de la noche, en horas de insomnio! Las mejores decisiones que he podido tomar en mi vida han sido aquellas que he meditado en mitad de la noche, rodeada de oscuridad, quizá alumbrada por la luz de la farola que entra por la ventana, mirando las estrellas. Ahí es cuando todo se escucha con claridad.
No temas el silencio. No temas escuchar las palabras que tu propia alma intenta decirte para ayudarte a encontrar el camino. Calla. Y escucha.
Llegamos a casa y ponemos la televisión aunque no le hagamos caso, o la radio, o llamamos a alguien por teléfono. Si vamos por la calle, todo el mundo lleva en las orejas los auriculares del mp3 o del manos libres.
¿Por qué no valoramos el silencio? El silencio es tranquilidad y es poder escucharnos a nosotros mismos, quizá sea eso lo que nos da miedo, escuchar la voz de nuestro interior, que nos habla de lo más verdadero que tenemos, nos dice cosas que no podemos negar porque salen de nosotros mismos. Sí, ése es el motivo por el que nos inquieta el silencio.
Una propuesta: levantarse de madrugada, cuando aún es de noche y asomarse al balcón. Se escuchan las hojas de los árboles, un bebé que llora en algún sitio, un perro que ladra, un coche de alguien que se va o vuelve de trabajar... Dentro de casa, se escuchan nuestras pisadas, los crujidos de los muebles... Y si cerramos los ojos, escuchamos todas las verdades sobre nosotros mismos que nos negamos a aceptar. ¡Cuántas revelaciones han venido en mitad de la noche, en horas de insomnio! Las mejores decisiones que he podido tomar en mi vida han sido aquellas que he meditado en mitad de la noche, rodeada de oscuridad, quizá alumbrada por la luz de la farola que entra por la ventana, mirando las estrellas. Ahí es cuando todo se escucha con claridad.
No temas el silencio. No temas escuchar las palabras que tu propia alma intenta decirte para ayudarte a encontrar el camino. Calla. Y escucha.
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